Con + Tacto

"Solo quiero abrazarte.
Cuando todo acabe iré a buscarte"


Hay algo que no ha dejado de estar latente desde el día en que nos guardamos en casa: el deseo de abrazar. Habrá personas más o menos cariñosas, que les guste más o menos el contacto, pero lo que está claro es que necesitamos de brazos que nos acojan y nos materialicen tantos sentimientos juntos.

Desde que somos pequeños nos hemos habituado a los abrazos. El primero seguramente sería el de nuestra madre cuando acabábamos de nacer y algún sanitario nos puso en su pecho. No nos acordamos de ese primer vínculo, pero ese primer contacto fue la chispa de un amor incondicional. Los que hemos tenido la suerte de estudiar un poquito acerca de las teorías del desarrollo afectivo y social, sabemos la importancia que tiene el apego de los bebés con sus padres. De hecho, cómo se forme y se mantenga este vínculo en las edades más tempranas va a determinar la forma en que nos relacionamos cuando somos adultos. Hay un estudio de Harry Harlow en el expone a pequeños monos a dos supuestas mamás mono, una de alambres y otra de felpa, y ninguno duda en cuál de ellas elegir (evidentemente la segunda). Porque sí, evolutivamente necesitamos tener contacto piel con piel desde nuestros principios porque va a determinar el desarrollo físico, social, intelectual, emocional...

Y así, a partir de ese vínculo con nuestros padres, que será el más importante a lo largo de toda nuestra vida, comenzamos a crear otros tipos de apego con amigos, familiares, parejas... que refuerzan nuestro ámbito emocional y afectivo, y amplían nuestra red de apoyo social. Y ahora pensemos, ¿hay personas con las que nos sintamos apegados a las que no hayamos abrazado? Me parece difícil poder afirmarlo. El abrazo es una pieza clave, una herramienta que nos acerca a conocer y a unirnos a la otra persona desde una profundidad y sinceridad difícil de explicar con hechos o palabras. 

Abrazar es dar y recibir al mismo tiempo. Es parar el reloj. Es pasar de ser dos a ser uno. Es poder escuchar desde el corazón y apagar el altavoz externo. Todo se para de dos personas hacia fuera, pero todo se conecta y sincroniza del abrazo hacia dentro. Es  una sintonización instantánea que, incluso, según muchos estudios, sucede a nivel bioquímico con la segregación de sustancias como oxitocina, dopamina, o serotonina. De hecho, muchas veces se ha visto que es capaz de disminuir el cortisol u "hormona del estrés", y por tanto, seríamos capaces de explicar esa sensación de relajación tan placentera que experimentamos después de un buen abrazo. Otros estudios también se han atrevido a decir que si todos recibiéramos un número determinado de abrazos al cabo del día, el riesgo de padecer enfermedades cardiovascualares o ansiedad, disminuirán por esa liberación de endorfinas y reducción del estrés. Hay algunos estudios que dicen que hasta podría fortalecer el sistema inmunológico. Y ya, ¿qué decir de esas personas que sufren demencia y reciben un abrazo de sus seres queridos? No hacen falta estudios para comprobar en sus caras cómo esa conexión parece que corre hasta las neuronas y es capaz de encender pequeñas huellas de memoria y activar los recuerdos de sus seres queridos que tanto emocionan.

Y es que sí, sabemos que aquellos eventos que más probabilidad tienen de ser recordados son los que guardamos junto con alguna emoción. En la alegría, en el llanto, en la esperanza, en la ilusión, en el miedo, en el orgullo... en cualquiera de estas emociones el abrazo no desentona y va combinado con la ocasión. Al final muchas veces lo que hace es expresar con un gesto aquello a lo que no podemos poner palabras. De hecho, hay veces que no hace falta que lo pidamos, porque con solo una mirada la otra persona sabe que lo necesitamos. Pero hay otras veces en las que abrazamos sin saber por qué, y el gesto es capaz de darle sentido a lo que sentimos. Al final, ese abrazo es un signo de seguridad y confianza, una pequeña burbuja que es capaz de trasladarnos al primer momento en el que nos pusieron en el pecho de nuestra madre.

Sin embargo, vivimos momentos en los que estar "piel con piel" es un delito, sobretodo con los que más queremos. En consecuencia, abrazarlos podría suponer, paradójicamente, un arma letal. Pero, ¿estamos preparados para dejar de abrazar? Avanzamos, sin quererlo, a una temporada liderada por la distancia y las pantallas, y hasta el momento que yo sepa, todavía no hay aplicaciones móviles que nos hagan liberar oxitocina o hacer sentir a través de realidad virtual el poder del abrazo. Por tanto, siendo una necesidad básica, el abrazo también necesita una desescalada para recuperar e lvalor tan importante que tiene para las personas en todos sus ámbitos. 

No sé en qué momento llegarán las vacunas contra el virus, pero creo que la primera vacuna contra esta crisis la tenemos en nosotros mismos y llevamos hablando de ella un rato: el abrazo. Combatir la soledad, la pérdida de seres queridos, decir todo lo que no hemos podido expresar, abatir miedos, volver a aplaudir, agradecer, recuperar energías y el contacto social es posible dejándonos y por tanto, recibiendo el poder del abrazo. Por eso, cuando las medidas sanitarias de contagio me lo permitan, lo primero que haré será salir a buscarte para darte un abrazo, como dice la próxima canción. 

Volveremos a abrazarnos, volveremos a regalar felicidad en 20 segundos, volveremos a conseguir parar el tiempo y sincronizar nuestros sentimientos con + tacto.

Comentarios

  1. El dia que nos podamos todos volver abrazar sin miedo será el dia que todo esta epidemia se de por terminafa..... Mientras será muy difícil retener para dentro todos esos sentimientos que tenemos porque quitando a los que tenemos con nosotros en casa, da pánico poder contagiar a los que queremos con algo tan terrible..... Deseando que llegue ese momento y despertemos de esta pesadilla que estamos viviendo

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