Declaración del estado de Navidad

Este año no habrá 17 navidades distintas, como dicen los titulares de periódicos y telediarios. En España habrá alrededor de 47 millones de navidades distintas (¡cuántas más en el mundo entero!). Este año, como decía Ortega y Gasset, mis navidades "soy yo y mi circunstancia".

Quién nos iba a decir hace un año, con todas nuestras ilusiones y proyectos puestos en el año 2020 que algo ajeno a nosotros, impredecible, haría detenerse al planeta entero. Yo, personalmente, tengo la impresión de que el tiempo se paró aquel 14 de Marzo, día en el que España se declara el estado de alarma. Y, la alarma, como todos nuestros despertadores, hacen su efecto las primeras veces: los aplausos de las 20.00 horas, nuestros vecinos, las videollamadas con nuestros familiares y amigos... Sin embargo, según ha ido pasando el tiempo, parece que nos hemos acostumbrado a un estado constante de alerta y pocas cosas consiguen volver a llamar nuestra atención porque ya pocas cosas nos sorprenden, porque la soledad, la tristeza y la apatía cada vez nos invaden más. 

Hubiera sido bonito poder abrir y cerrar los ojos y que todo esto hubiera sido un sueño. Pero la realidad es que no lo es, y todavía nos queda un camino por recorrer hasta volver a esa "normalidad" a la que estábamos acostumbrados. Pocas personas, por no arriesgarme a decir ninguna, podrá decir que estas navidades van a ser como las de años anteriores, porque todo en nuestro alrededor ha cambiado, y nosotros también.  

Navidad es sinónimo de ilusión, de amor, de luz, de hogar, y este año no puede ser menos. Estas fechas son más que un día en el calendario, son momentos para volver a ser niños, para celebrar y valorar. Sería una quimera pensar celebrar unas fiestas como otros años anteriores, o de repente olvidarnos de todo lo vivido y perdido. Por eso, aunque nosotros y nuestras circunstancias hayan cambiado, ¿estamos dispuestos a celebrar la Navidad? 

Si queremos celebrar de verdad la Navidad debemos salir de nuestra zona de aislamiento, y quizás debamos correr riesgos e ir contracorriente con un diagnóstico positivo. Rompamos los protocolos y reduzcamos las distancias entre lo que nos gustaría que hubiera sido estas navidades (y el año en general) y lo que realmente ha sido, seamos realistas y abracémonos con nuestras emociones y experiencias vividas en este último año, con lo bueno y con lo malo. Lloremos por los que ya no están, pero brindemos dando gracias por sus vidas. Quitémonos las mascarillas para lanzar una sonrisa, aunque sea a la distancia, y que las personas a las que queremos escuchen bien fuerte lo mucho que nos importan. Y basta ya de geles hidroalcohólicos, manchémonos las manos en alguna causa solidaria de tantas que inundan las calles.

Después de un año en el que todas las alarmas han saltado, no podemos pretender quedarnos dormidos. Conectemos con la mirada del otro, abracemos nuestras circunstancias y pongamos todo nuestro empeño y responsabilidad en aplanar la curva de la soledad. El mundo necesita alegría en medio de tantas malas noticias y sonrisas ocultas, esperanza en este viaje de incertidumbre y luz para vislumbrar nuestras oscuridades y miedos, y por tanto, poder enfrentarnos a ellos.

Navidad es la vacuna que está en el niño, en la persona mayor, en el sin techo, en el profesor, en el sanitario, en el hostelero, en tí y en tantos que nos acompañan en el camino. No soy científica, pero la eficacia está asegurada: cuando en nosotros nace el amor, la esperanza, la ilusión, y la alegría todo a nuestro alrededor cambia, incluso nosotros y nuestras circunstancias. Ojalá en estos días todos seamos capaces de inmunizarnos, al menos por un momento, de un estado de alarma que nos hace vivir el día a día con diagnóstico negativo. ¡Sé positivo! Contágiate y contagia a los demás del espíritu de la Navidad. 

¡Feliz Navidad, a ti y tu circunstancia!




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