Al compás

En la música hay tres cosas que durante mi formación (violista) me enseñaron como fundamentales: el ritmo, la afinación y la interpretación. Cuando escuchas un obra quizás no se aprecie cada uno de estos componentes, pero la verdad es que todo tiene que ir minuciosamente coordinado para poder disfrutar de una gran obra.

Antes de seguir leyendo te invito que pulses en el audio. Ve escuchándolo y prestando atención a cada uno de los tres aspectos de los que vamos a ir hablando.


En el ritmo todo podría reducirse a un simple ecuación matemática. De hecho, todos podremos recordar como el cole nos enseñaban a partir de un diagrama de árbol como una blanca equivalía a dos negras y así sucesivamente. Pero, en el ritmo tan importante es el sonido como el silencio, de hecho, ambos podríamos decir que son sonoros porque tienen su propio tempo. Además, todo sería un caos si no hubiera un compás que marcara las órdenes de la organización porque al fin y al cabo lo que hace es establecer unos límites dentro de cada compás. Y, a ahí los tenemos a ellos, cada uno de los compases que podríamos decir que son secuencias de palabras ilimitadas que conjugadas entre sí van a transmitir un mensaje. En definitiva, hemos construido nuestro texto escrito.
En estos días todo sigue su ritmo marcado por un compás denominado estado de alarma, el cual restringe no solo nuestro tiempo sino nuestro movimiento también. Los compases o días se van sucediendo y muchas veces no sabemos ni por dónde vamos leyendo por hemos perdido la noción del tempo. Sin embargo, en medio de ese silencio somos capaces de volver a encontrarnos, de escucharnos y mirar hacia izquierda y derecha hacia la realidad que nos antecede y precede. Sin embargo, a pesar de que el tempo es excepcional, esa rutina es el motor que nos dirige cada día y nos ayuda a seguir compás tras compás hasta el día que marque el "fine".

Respecto a la afinación solo se necesita una cosa pero que requiere de mucha práctica: saber escuchar. El oído sufre una modificación abismal según pasa el tiempo. Es muy curioso ver vídeos de cuando empiezas pequeño con un instrumento, porque años después, descubres que tus familiares y vecinos tuvieron una gran paciencia mientras ensayabas. Y así, día a día, con mucho ensayo y error vas siendo capaz de identificar cuando una nota está desafinada y cuál es el movimiento justo que tu instrumento necesita para conseguir una afinación perfecta.
La afinación al final es la cara visible de la posición de las notas dentro del pentagrama, y en estos días claramente si hay algo que destacan son las personas. Saber escucharlas, comprenderlas, ponernos en su lugar, saber recibir y dar ayuda, acompañar... En estos momentos de tanto ensayo y error, caer y levantar el ánimo es fundamental apoyarnos en los otros. Claro que no es fácil, pero tenemos un punto a nuestro favor que es el tiempo. Es ahora cuando podemos poner en marcha todas nuestras habilidades para intentar tener un "oido absoluto" con los que más cerca tenemos. Eso, sí sin olvidarnos de escuchar también a las otras voces o personas que están un poquito lejos pero que también participan en nuestra peculiar obra.

Finalmente la interpretación. Aquí, es donde esas fórmulas matemáticas y esas vibraciones auditivas que cada vez son más sinusoidales dejan de ser algo automático y motor para empezar a fluir. Mi profesora decía que lo primero era sentir como la planta del pie tocaba el suelo. Después, íbamos estudiando la partitura para encontrar las frases y lo que cada una de ellas nos transmitía. A simple vista todo parece igual, pero según la velocidad y la dirección de la melodía somos capaces de comunicar muy distintas emociones. Además, para poder interpretar y sobretodo poder transmitir algo, es fundamental cumplir con unos mínimos como son las dinámicas (crescendo, piano, forte, acentos...) y otros adornos o articulacion (ligaduras, trinos, acentos...)
Por mucho que esto nos parezca una película de ciencia ficción la realidad es que estamos viviendo una experiencia que determinará nuestra forma de interpretar a posteriori la banda sonora de nuestra vida. Porque cada experiencia fluye en función de esas personas y rutinas, pero siempre con los pies en el suelo para poder vivir cada segundo. Claro que hay adornos que se salen de la normalidad, tanto buenos como malos, pero todos ellos aunque nos alteren nuestro discurso automático nos transmiten un nuevo aprendizaje.

Así, en esto días excepcionales, cada uno está escribiendo un nuevo movimiento dentro de la banda sonora de su vida. Personalmente, creo que esta composición no dejará indiferente a nadie, y que la interpretación, aunque requiera de mucho esfuerzo físico, psicológico y económico, se llevará el mejor de los aplausos que es el del aprendizaje personal. Sin embargo, si algo aprendí en el conservatorio es a ser constante y a hacer un trabajo de calidad. Porque el tiempo no es para repetir sin sentido muchas veces un mismo compás, sino para abrir nuestros sentidos al máximo y concentrarnos para interpretar de la mejor forma que sabemos.

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