Buceando en la incertidumbre

Cuando estás haciendo el Camino de Santiago, a no ser que hayas hecho varias veces el mismo recorrido, solo conoces tu destino, pero no cómo será el itinerario para alcanzarlo. Simplemente nos limitamos a seguir las flechas porque tenemos la certeza y la seguridad de que nos marcarán el camino correcto. Sin embargo, no sabemos si nada más empezar cuando el día va amaneciendo tocará un buen repecho, o si por el contrario, cuando ya estemos a un kilómetro del albergue el camino nos regalará una senda llana y sombría. En definitiva, nos movemos porque confiamos en que un símbolo nos marcará el camino correcto, y nos arriesgamos sin saber qué vendrá después.

En esta metáfora del Camino podemos ver dos factores en una balanza: Certidumbre e Incertidumbre. La meta está clara, y por tanto, sabemos a dónde tenemos que ir. Nuestra guía es consistente y nos lo recuerda constantemente, no nos encontramos con una flecha, sino quizás con miles a lo largo de kilómetros. Por el contrario, tenemos la incertidumbre de qué encontraremos después, cuánto tiempo seguiremos así, con qué gente nos volveremos a encontrar...

¿Cómo esas flechas consiguen disminuir la incertidumbre? Fácil, somos humanos y, aunque nos cueste admitirlo, también aprendemos de las formas más simples. Esas flechas siempre han estado en los momentos en los que teníamos más dudas: dos caminos que se separan pero sólo una flecha que indica cuál es el correcto. Y así, el mismo evento que se ha repetido varias veces con las mismas consecuencias ha conseguido condicionarnos. No tiene más, cualquier ser vivo es susceptible de este aprendizaje. Lo curioso, es que nuestro día a día está tan lleno de rutinas en las que nunca nos damos cuenta que emitimos respuestas condicionadas a estos estímulos, y solamente cuando faltan aprendemos a valorarlos. 

Hace unos días, un profesor nos planteaba casualmente cuál es el mayor miedo del ser humano. Según muchos estudios, cuando nos paramos a analizar las preocupaciones de la gente nos encontramos con el miedo al miedo. Creo que este señor nunca se hubiera imaginado que en estos días lo íbamos a comprobar a tal magnitud en nuestra sociedad. 

El miedo al miedo se traduce en miedo a la incertidumbre. Miedo a no saber qué va a pasar, miedo al sufrimiento, miedo a la soledad, miedo a perder el control, miedo a qué ocurrirá mañana, miedo al cambio... Cuando sentimos esa ansiedad ante un evento, no tenemos miedo de él mismo (por ejemplo, equivocarte y no seguir la flecha correcta), sino que nuestro temor es que esa misma situación nos vuelva a ocurrir (que en el próximo cruce no sepa qué camino elegir). 

Incertidumbre: Falta de seguridad, de confianza o de certeza sobre algo, especialmente cuando crea inquietud

Tener miedo es humano. Sin embargo, muchas veces hemos creído que la incertidumbre no era cosa nuestra, porque "yo lo tengo todo controlado". De hecho, si quieres quedar conmigo espera un momento porque saco el calendario y te digo qué días tengo huecos libres. Porque la opción de parar nunca era una opción, solo una pérdida de tiempo. En estos días cuando el tiempo para, la incertidumbre crece, y tengo miedo a qué hacer después, porque tengo miedo a que mañana quizás tampoco sepa qué hacer, ni qué va a pasar, ni cómo voy a estar...

Ahora bien, lo primero es aceptar que vivimos inciertos. No tenemos escapatoria, al menos, no física (#yomequedoencasa). Pero sí podemos bucear emocionalmente en esta falta de certeza. ¿Os acordáis de las flechas? Su única función era disminuir nuestras inseguridades, y estar en los momentos en los que nosotros mismos nos dábamos cuenta de que no éramos capaces de decidir o simplemente teníamos miedo a hacerlo.

En estos días, el miedo al miedo estará presente, pero las flechas también. Solo hay que saber que posiblemente no estarán dibujadas con un amarillo fosforito, pero sí en los pequeños detalles, en las personas que te rodean, en un mensaje, en una acción solidaria por las redes, en una llamada por Skype...

La meta está clara, y es estar todos juntos en las calles y en los bares contando nuestras aventuras en casa. Recordemos que las flechas nos rodean y nos llegan como la información, que a veces nos sobrepasa y nos cuesta filtrar. Por tanto, solo nos queda tomar una última decisión: ponte las gafas adecuadas y filtra tus flechas.






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