El Elefante Encadenado

23 de Abril, día del libro y fiesta de San Jorge. 

La leyenda cuenta que Jorge, un valiente caballero, se enfrentó contra un dragón al que derrotó y pudo salvar a una ciudad. Pero, ¿contra qué "bestias" luchamos hoy en día? ¿Qué actitud tenemos ante tales batallas?

Bucay, J. (2008). El elefante encadenado. Serres. España

“Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante.

Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de su peso, tamaño y fuerza descomunal… pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra.

Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye?

Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapa porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia... si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.

Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca… y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio para encontrar la respuesta: el elefante del circo no escapa porque ha estado a unido a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo.

La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía… Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree -pobre- que no puede. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás… jamás… intentó poner a prueba su fuerza otra vez…” FIN

¿Qué cosas nos retienen? ¿Estamos realmente encadenados?

El elefante, animal poderoso, con sentimiento de impotencia, es incapaz de seguir día tras día intentando escapar de la estaca. Desde pequeño se ha sentido encadenado, y ha ido aprendiendo intento tras intento que nunca iba a poder desprenderse de sus cadenas. Y, sí, llegó un día en el que no pudo más, llegó un día en el que dejó de intentarlo y esos intentos se convirtieron en derrotas.

Nosotros también somos elefantes a los que desde pequeños se nos imponen cadenas, "no canta bien", "no sabe pintar"... De adolescentes "es una cabezota", "no hay quien lo controle"... De adultos "no sabe adaptarse a los nuevos tiempos", "no tiene vida social"... De mayores "si no se va a acordar", "no puede hacerlo". Pero, además, hay situaciones que nos encadenan literalmente como una pandemia a cuatro paredes, y objetos materiales que nos hacen dependientes como el dinero o las tecnologías.

Muchas veces, cuando esas cadenas nunca más se vuelven a cuestionar surge la resignación o la "aceptación pasiva". Normalmente cuando estamos resignados decimos "si no voy a poder hacer nada, lo mejor será aprender a vivir con ello". Sin embargo, es un aprendizaje basado en el principio de imposibilidad, en el principio de la irreversibilidad. Por tanto, ¿es verdaderamente un aprendizaje o una forma sutil de tirar la toalla?

Lo más curioso del elefante, es que aun sin tener la estaca él seguramente permanecería pegado a ella. ¿Por qué? Por el principio de contigüidad y contingencia. En el primero de los casos, cada vez que el elefante se intentaba separar inmediatamente notaba que estaba atado. Por el segundo principio, aprendía que si se estaba quieto no pasaba nada, pero en cuanto intentaba separarse volvía a sentirse atrapado. Al final, ese aprendizaje basado en un castigo positivo, es decir, ser consciente de que cada vez que realiza su intento de huida va a tener consecuencias negativas, hace que al cabo del tiempo deje de intentarlo porque piense que "nada va a cambiar".

Sin embargo, muchas veces esos bloqueos o cadenas nos los ponemos nosotros mismos. Ahora mismo, ¿estás encadenado? Vale, espera a responderme. ¿Crees que ya has tirado la toalla como el elefante o que todavía puedes seguir intentando huir? Si has elegido la segunda opción puede que tenga alguna idea para ayudarte. Si has elegido la primera opción te pido que al menos me dejes una oportunidad para convencerte. La estaca y nuestros recuerdos, lo que otros dicen de nosotros, nuestros pensamientos y nuestras creencias acerca de nosotros mismos o de la situación en la que vivimos difícilmente van a desaparecer de la noche a la mañana, pero sí podemos cambiar las consecuencias que tienen sobre nosotros, sobre nuestro día a día.

¿Qué rompe ese principio de contigüidad y contingencia? Que cada vez que yo intente escaparme de mis cadenas no aparezca mi frustración, mis pensamientos de "no puedo", "no soy capaz", "esta situación es horrorosa". Vamos a cambiar esa parte por una llamada a alguien que apreciamos, vamos a ponernos a cantar y tocar música, a dibujar, a cocinar. En definitiva, vamos a romper esa cadena de verdad. ¿Qué hizo Jorge el caballero contra el dragón? Él se enfrentó al miedo, al terrible dragón, sabía que podría resignarse y aceptar que iba a perder, sin embargo, ese miedo le hizo más valiente. Es como cuando decimos, "si ya no tengo nada más que perder, voy con todo". Y Jorge fue capaz de crecerse desde su debilidad, fue capaz de romper las cadenas. Y al final, de la espada con la venció al dragón, cuenta la leyenda, que floreció una rosa. Porque sí, la batalla es dura y las cadenas nos impiden avanzar, pero cuando no nos resignamos sino que actuamos, ahí si hay aprendizaje en forma de rosa que crece como cada persona.

Y ahora, ¿estás encadenado? En tus manos está cómo romper la estaca que no nos deja cuestionarnos, utiliza tu impotencia para no resignarte sino para batallar en las acciones del día a día.

Comentarios

  1. 🌷🌷🌷
    ¡Gracias! Brotan sonrisas, ilusión. No cambia nada fuera, el cambio es desde.dentro. Y totalmente de acuerdo en que el camino no lo hacemos solos, también hay que buscar el encuentro con los demás. Gracias.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Brindamos por ti Antoñito

Mirar más allá

Querida Rutina: