Epidemias silenciosas

Hace un año, en Semana Santa, estuvimos un grupo de más jóvenes en un lugar muy especial. Puedo afirmar que es un hogar, una familia que se ha ido formando poco a poco en la que hay jóvenes y mayores. Sus orígenes se remontan a otra gran epidemia social de hace unas décadas: el SIDA, pero más tarde también darían respuesta a otras patologías como la adicción. Epidemias que hoy parecen silenciadas, pero que siguen siendo reales en muchas trayectorias de vida.

Allí conviven multitud de PERSONAS de todas las edades, prácticamente sin jerarquía ninguna. Recuerdo que cuando llegamos todos tuvimos la impresión de caos, desorden, locura... parecía que entrábamos a una realidad ajena y desconocida. No sabíamos diferenciar quién era voluntario y quién era residente porque no había distancias. Sin embargo, al cabo de unas horas nos empezaron a hablar de los "Peques" aquellos residentes que más atención requerían, que menos autonomía física tenían, pero que también ocupan un lugar muy importante dentro de esa gran familia.

Y lo bonito de todo, es que solo hicieron falta unas poquitas de horas para sentirnos como uno más. Sin nadie ofrecerse ni tampoco siendo pedido, todos colaborábamos con las tareas de cada día desde limpiar, hasta hacer la colada, arreglar muebles y literas, hacer la comida o ayudar a los "peques". No nos hizo falta explicaciones, ni diagnósticos, ni historias personales para sentirnos acogidos. Allí, simplemente acompañamos durante esos días, y fuimos testigos de una rutina. Pero, una rutina que cada minuto regala pequeños detalles, miradas, conversaciones, risas, abrazos... y es ahí donde nos encontramos con la esencia especial de este lugar.

Hay cuatro palabras que son el motor de esta familia: vida, amor, entrega y alegría. 
  • Las ganas de vivir cada segundo, de disfrutar el tiempo de vida sabiendo que ésta siempre tiene un final. Pero, también optar por vivir con otros que te acogen y que son tu familia.
  • Amar sin límites. Siempre recordaré a M. cuando nos contaba cuántas parejas había tenido en su vida, y sin embargo, como ahora sentía que la cuidaban y la querían de verdad, aun siendo la mitad o más de guapa.
  • Entrega con sus fortalezas y sus debilidades. Porque todos tenemos nuestras cualidades y nuestros defectos. Allí todos son como un puzzle, el cual no sería el mismo si le faltara una pieza. Ningún día sería lo mismo si alguien falta, porque cada uno tiene un talento que es único y que es necesario para que todo siga su curso normal. Porque si por ejemplo, se rompe una cama cualquiera llamaría a P. para que fuera a arreglarlo, pero si lo que falta es una camiseta de la colada entonces irán a preguntar a F.
  • Alegría de no estar solo, no sentirte excluido, ni descuidado. De sentirte comunidad, útil, valorado y acompañado y querido. De saber que el hecho de estar vivo ya es un regalo.
Yo misma no era consciente de las secuelas que puede tener un virus como el SIDA en tantas vidas, y no hablo de un corto plazo, sino de personas que llevan años sufriendo la enfermedad. Tampoco de las consecuencias que tienen las adicciones, a las que muchas veces no hay respuesta social. Cierto es que hubo una alarma social en aquel entonces, y que las conciencias tuvieron algunas transformaciones o que existen programas de integración para personas con adicciones. Sin embargo, son pocas las personas que siguen al pie del cañón acompañando a gente que viven en situaciones tan vulnerables.

Estas situaciones son reales, y las pandemias mundiales no las paran. Son personas confinadas dentro de una sociedad confinada que ella misma también ha confinado. Realidades que me siguen dando razones para pensar que somos unos afortunados. Enfermedades o trastornos crónicos que se convierten en simples etiquetas desechables cuando las barreras se convierten en oportunidades.

Para mí son ejemplo de superación día a día. Distintas experiencias de confinamientos, pero estas tres claves, que allí encontré en forma de cartel, son transversales para resistir cada día: VIVE cada momento, RIE cada día y AMA siempre. Porque cuando a cada uno nos toca cargar con "nuestras cruces" lo que nos levanta cada segundo es sentir que no estamos solos y que merece la pena seguir descubriendo los pequeños detalles silenciosos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Brindamos por ti Antoñito

Mirar más allá

Querida Rutina: