Sirenas
Al abrir las ventanas, o salir a la compra, hay un silencio que es interrumpido por las sirenas. Han pasado de un segundo plano a ser las protagonistas. Han suplantado las voces, el tráfico, las máquinas, los semáforos, en definitiva, el ruido de la ciudad.
Pero, ¿qué es una sirena? Una luz y un sonido que nos pone en alerta, que avisa de que se aproxima peligro, que avisa de la necesidad de dejar espacio para continuar su camino, que avisa de la presencia de extraños.
El famoso efecto Doppler nos habla de dos estímulos: observador (persona) y foco (sirena) cuando ambas están en movimiento. ¿Os acordáis del ejemplo del sonido de la ambulancia que mientras se acerca es muy agudo pero cuando se aleja se vuelve más grave? Para ello, es necesario que tanto el observador como el foco estén movimiento. Porque las teorías y las fórmulas dicen que si solo se moviera el observador hacia el foco, o el foco hacia el observador, la frecuencia aumentaría y al distanciarnos viceversa. Sin embargo, cuando ambos están en movimiento la frecuencia aumenta cuanto mayor es la distancia de separación y disminuye cuando se reduce la distancia.
Parece que la física, sigue presente en nuestro mundo más subjetivo en estos días. Porque la realidad es que si esas sirenas no se acercan a nosotros, o las personas no nos acercamos a ellas no somos tan conscientes de su presencia. Y es que estas sirenas no son solo de policías y ambulancias de las que hablamos al principio. NO. Las sirenas siempre han estado, y de hecho, el sonido siempre es constante. ¿Qué cambia? Nuestra percepción, y por tanto, cómo las ondas se modifican por el movimiento que tenemos respecto al sonido. Hay veces que somos capaces de escucharlas más y otras ocasiones que consiguen pasar desapercibidas.
Muchas veces somos el observador, aquel fijado al suelo, estático. Siguen sonando ruidos y viéndose luces a su alrededor, pero en él no cambia nada. Solo observa y deja seguir el ritmo normal, no hace nada por cambiar la realidad, de hecho, se siente viendo una película en la que nada puede cambiar. O en otros casos solo espera la sirena como consecuencia de sus hechos. Porque yo puedo estar indignadísima con las desigualdades que hay en nuestra sociedad pero encerrarme en mi casa, introducirme en mi rutina, convivir con el estrés de cada día, vivir para el trabajo, y aún así, quitar la vista cada vez que paso por el comedor social de enfrente de su casa.
Sin embargo, llega un día en el que somos el observador que se está moviendo, muchas veces sin rumbo, otras con metas muy claras, y sin tenerlo previsto aparece el foco en medio de nuestro camino. Es una sirena que no podemos cambiar, solo atravesarla, vivirla e incorporarla a nuestra historia sin haber contado previamente con su aparición. Por ejemplo, alguna enfermedad propia o de familiares que llegó un día para quedarse, o cuando nos vemos inundados de estrés, porque en ambas se nos hace difícil controlar la situación y solo nos queda pasarlas y acompañar.
Pero, en estas últimas semanas, en medio de una pandemia mundial es cuando todo se mueve desorientado, es cuando sirenas y personas vivimos sin certidumbre, es cuando oscilamos entre agudos y graves, es cuando nos movemos pero sin control. En consecuencia, la combinación de ambos movimientos es más compleja, y se traduce en distanciamientos o acercamientos, pero sin opción de salir corriendo. En ese momento, nos sentimos encerrados en un estado, nunca mejor dicho, de alarma en el que las ondas un día rozan y al siguiente penetran nuestros días.
En medio del caos, del movimiento, de la incertidumbre, del andar sin saber qué depara el camino mañana, de la desconfianza, de la rabia, de la frustración, de la providencia, de la imprevisibilidad... Ahí es donde más que nunca resuenan sirenas, que nuestras ciudades tapan con otros ruidos.
Sirenas de...
- Las personas que sufren en otros países, invisibles y desterrados, alejados y olvidados.
- Las personas sin hogar, después de tantas miradas retiradas, hoy en el pabellón 14 de IFEMA.
- La humanización en los cuidados, valorando el trabajo de los sanitarios y acompañando en los procesos.
- La economía, que marca las diferencias, y más aún en este tipo de crisis. Que busca el poder, más que el colaborar.
- Los niños, que reclaman jugar y estar con sus familias después de tantas horas de actividades para poder "conciliar"
- El valor del tiempo en familiar, de saber estar, de conocernos, escucharnos y hablar, en definitiva, tener planes juntos.
- Nuestros amigos, a los que siempre decimos que ya nos veremos pero al final lo vamos dejando y nunca quedamos, o aquellos a los que debemos de abrazar más.
- Egocentrismo, el yo antes del nosotros, de el querer que todo gire entorno a nuestros "teneres" y en ser apariencia antes de realidad
- Fe, muchas veces olvidada y desterrada, pero llamada a gritos ante las situaciones de dolor, pérdida y desesperanza.
- Soledad, sobretodo de las personas mayores, los que viven en profunda tristeza sin una mano que agarrar que no solo empiezan a olvidar sino ser olvidados.
- Valores, sobretodo los que más nos unen como son la solidaridad y la empatía incluso con los que no conocíamos, como nuestros vecinos.
- Inmunidad, del creer que a nosotros nunca nos va a pasar nada porque tenemos cierta superioridad.
Ahora estás sirenas despiertan en nosotros y nos alertan de los peligros, del supuesto "enemigo" que tenemos que abatir. ¿Podremos ahora abrir los ojos y empezar a abrir camino, poner soluciones y apagar nuestras sirenas?
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